La resistencia al sometimiento ideológico es tan vital
como las reivindicaciones presupuestarias y salariales y la (re)invención de las
universidades de cara al futuro
Las universidades autónomas y experimentales no intervenidas por el
gobierno están en paro. Aunque el ministro Calzadilla hable de 64 universidades
en el país para minimizar el impacto del cese de actividades docentes en la UCV,
USB, UDO, UC, ULA, LUZ, UPEL, entre otras, en realidad éstas son las más
importantes del país, las más atractivas para los estudiantes y las que entran
en los ranking mundiales, continentales y regionales.
Los
colegios e institutos universitarios amén de las universidades no autónomas
tienen importancia estratégica en la formación de cuadros laborales calificados,
pero las universidades en paro son las únicas capaces de producir conocimiento
nuevo, inventar, transformar, innovar porque para ello fueron creadas. Y esta
situación hace la diferencia: las autónomas son a la educación lo que la
selección nacional es para el fútbol.
Pero aunque tengan este
lugar en el concierto de las instituciones de educación superior, su
sometimiento financiero al Estado en el siglo XXI ha puesto a las universidades
mencionadas de rodillas.
Esta situación no se resolverá pronto,
pero sin duda es el quid del asunto, sobre todo en el contexto de un gobierno
neo-comunistoide que hereda ese odio a la autonomía que hacía decir al Che
Guevara que había que defenderla en el contexto de la detestable sociedad
burguesa pero dejarla a un lado cuando la revolución tomase el
poder.
Es decir, las universidades para el santón Guevara tenían
que convertirse en instrumentos de esa religión fundada hace 150 años llamada
revolución socialista, que cambia de nombre pero siempre se convierte en lo
mismo: la construcción de un super Estado que regula desde la producción del
papel higiénico hasta los contenidos literarios en las escuelas y lo que
gastamos cuando salimos del país. La revolución bolivariana es solo una iglesia
más asentada en el milagro del dios petróleo.
Por tal razón, la
resistencia al sometimiento ideológico es tan vital como las reivindicaciones
presupuestarias y salariales y la (re)invención de las universidades de cara al
futuro.
Siempre les digo a colegas y estudiantes, que el
problema no es el paro, medida que puede suspenderse en cualquier momento si así
se requiere, ni seguir dando clases como si nada, situación que no
necesariamente implica arrodillarse frente al gobierno.
El
problema es qué vamos a hacer en cualquiera de los escenarios y aquí no valen
las predicciones estilo "cuidado con el paro, fíjate en PDVSA" o "los que no
quieren paro están arrodillados". Aquí lo que vale es enfrentar esta guerra
antiautonómica con flexibilidad, creatividad y audacia, siempre dispuestos al
diálogo y a la negociación pero sin hacer concesiones por
miedo.
Es una lucha titánica en sus exigencias que requiere
golpes de audacia y también astucia y capacidad de adelantar y retroceder cuando
sea necesario. Necesitamos gente que actúe con inteligencia, no suicidas ni
agoreros.
Fuente: Talcual Digital
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