Asumirse dueño de la quintaesencia de una presunta verdad irrefutable es el punto
de partida de las tantas metidas de pata de los fanáticos de la ultra,
izquierda o derecha, que en esto se dan la mano. En el caso del grupo
borbónico que ejerce el poder en nuestro país, los desvaríos son
inagotables. Por ahí anda Nicolas repitiendo el cuento según el cual, su
difunto comandante, habría rescatado a Bolívar, quien sabe de dónde, porque
salvo la nueva versión de su rostro, que si el prócer pudiese ver no
le agradecería, ni por el carajo, no hay ninguna añadidura positiva que
pueda resaltarse.
Pura paja destinada a reeditar una épica que los académicos de la historia se han ocupado de poner en su sitio desde hace bastante tiempo.
Pura paja destinada a reeditar una épica que los académicos de la historia se han ocupado de poner en su sitio desde hace bastante tiempo.
De esa estirpe es el discurso que predomina en la dirigencia del PSUV
y que les sirve de soporte a todo lo que hacen. La historia comenzó con
ellos y todo lo que hacen está dotado de grandeza así no sirva para
nada. Recuerdo que en los primeros tiempos del experimento, cuando les
dio por acabar con el movimiento sindical, porque sólo eran
"cúpulas podridas", y pusieron el aparato estatal al servicio de
dicha ejecutoria, se les advirtió que tales prácticas eran violatorias
del ABC del sindicalismo. Sin embargo, su engreída respuesta fue que esa
era una necesidad y que, desde entonces, en Venezuela había una
"verdadera" libertad sindical. Hasta les parecía una gran
conquista que el CNE organizara las elecciones sindicales, que esa era
una garantía de democracia.
Con el correr de los años, como suele ocurrir, buena parte de los que
dirigen sindicatos, a punta de soportar arbitrariedades, han caído en
cuenta del porqué se erigió como principio fundamental de la libertad sindical,
la no intervención del Estado en sus actividades propias. Sindicalista
que se empeña en lo contrario pone el cuchillo en su propio pescuezo.
De nada de esto se han enterado los dirigentes oficialistas en los
gremios de los docentes universitarios, quienes acaban de descubrir que
las asociaciones de profesores no son sindicatos y allí se atrincheraron
para sostener, nada más y nada menos, que la cualidad para negociar
convenciones colectivas es potestad exclusiva de estos últimos. Soslayan la
pendejadita de que las normas que rigen sus condiciones de trabajo son
el resultado de la lucha de dichas organizaciones.
La vaina es tan cojonuda que
crearon una federación (FENASIMPRES), cuyos sindicatos adscritos no deben sumar
más de mil miembros, pero que se declara legitimada para negociar las
condiciones de trabajo de todo el profesorado universitario, en
sustitución de la FAPUV donde están inscritos más de 40 mil profesores.
Estos señores pontifican que su participación en esa encerrona atiende a
su presunta legitimidad.
Suponen que nadie se percata que hacen el
papel de esquiroles y que su presencia allí tiene como única causa su
afinidad con el gobierno.
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